El Paisaje de las chinampas

Entrevista con el Prof. Alberto Félix Luna Calzada

viernes, 11 de abril de 2014

MITOS Y LEYENDAS

Estas son algunas leyendas y relatos recopilados y escritos por Fernando Martínez Medina, que nos comparte de su segundo libro Leyendas y relatos de embrujo de Cuitlahuacapan “Tláhuac”

1.    El mítico canto de una sirena

Un inusitado acontecimiento convulsiono a toda una familia ancestral, allá por el año de 1878, cuya evocación en estas líneas, para los tiempos que corren, parecería un cueto fantástico o una de esas novelas de ciencia ficción al estilo Julio Verne; sin embargo, las familias autóctonas de ese tiempo, aseguran y porfían que este hecho insólito acaeció tal y como me lo narraron, y yo así lo cuento.

En los años pretéritos en que ocurrió este suceso, abundaba el agua dulce y transparente. En nuestro pueblo se distinguía la enorme y pintoresca  laguna de Chalco, que en una gran parte fue disecada para tener más tierras de cultivo, por órdenes de Don Iñigo Noriega, propietario de la antigua hacienda e esta población de Xico.

En aquellos años, a la laguna de los reyes aztecas se le conocía como la antigua laguna de Chalco, según fuentes lugareñas, y bañaba con sus dulces, transparentes y tranquilas aguas del sur y el oriente del terruño, abarcando los barrios del Tizic, San Andrés y Tecpan, hasta lo que hoy se conoce como la colonia Quiahuatla.

Una de las familias cuya estirpe es originaria de nuestro terruño, la de Don Sabino Hernández y su esposa Enedina Rodríguez. Durante su feliz vida matrimonial procrearon seis vástagos que, para ese tiempo patriarcal no se consideraba muy numeroso. Al primogénito de este linaje lo cristianizaron con el nombre de Dionisio, y prosiguieron en linaje descendente Gregorio, Santiago, Raymundo, Mateo y Jesús, la cigüeña, apenada por haber llevado sólo varones a esta humilde morada, tuvo la genial idea de recompensarlos con una mujercita, a quien  con mucho regocijo llamaron con el nombre de Paula, al recibir las consagradas aguas de la redención.

Don Sabino hombre, hombre de bondad sincera que espontanea se derramaba a raudales de su persona, con muchos esfuerzos cobijados por el inmenso cariño que le profesaba su esposa, levanto su humilde morada en el antiquísimo barrio de Tizic, que colindaba con el de San Andrés.

Como casi la totalidad de los lugareños, este buen hombre, de ademanes mesurados que comulgaban con su hablar sencillo y apacible, se dedicaba a las rudas faenas del campo desde que se apuntaba el alba hasta que el ocaso hacia su aparición.

El hijo mayor, de Dionisio, cifrada en aquellos años de sus dieciocho abriles, sin arribar todavía a la mayoría de  edad. A pesar de su juventud, era ya todo un hombre, responsable, honesto consigo mismo y con los demás, dedicados en cuerpo y alma a las labores del campo. Su vida estaba bañada por esa fresca brisa de paz y tranquilidad que fluía desde su espíritu ingenuo y candoroso.

Su tez morena, requemada bajo los rayos ardientes del sol, en abierto desafío al sombrero de palma que cubría sus lacios y negros cabellos, contrastaba con su blanco atuendo campirano, blusa y calzón largo de manta, que remataba con unos huaraches de cuero que cubrían sus pies; su delgado pero recio cuerpo, nunca se doblegaba ante las fatigosas faenas de su labor cotidiana.

Al rayar el alba, como la mayoría de sus paisanos y su señor padre, con sus enseres de trabajo su humilde figura se perdía confundida con la de los demás lugareños, con su andar deprisa, prestos a poner el hombro al trabajo, dedicándose con afán ala cultivo de sus parcelas. Al agonizar el día, despuntando el crepúsculo regresaba a su humilde hogar con una suave sensación de paz que invadía su cansado cuerpo y con una sonrisa a flor de labio que brinda la satisfacción del deber cumplido.

El agua dulce que brotaba en la región en aquellos tiempos, se esparcía tranquila hasta las anchas acequias que delimitaban algunas parcelas, en las que se podían vislumbrar carpas de todos los tamaños retozando en sus transparentes aguas.

Además de sembrar el maíz, que era el principal cereal que se nutría el pueblo, los campesinos, entre los que se encontraba Dionisio, sembraban también hortalizas, como lechuga, rábano, coliflor, nabo, cilantro, zanahoria, betabel, calabaza y otras más, que no solo servían para el sustento familiar, si no que las expedían en sus pintorescas carretillas en los domingueros tianguis.

El joven Dionisio completaba sus labores con la pesca de las carpas criollas que abundaban en la laguna y que, posteriormente, en el hogar eran aderezadas en una y mil formas.
Otra de las ocupaciones de este muchacho, y las que más le atraía, era sin duda la cacería de los patos silvestres, cuya abundancia en esos tiempos era proverbial.

Le agradaba bogar en su pintoresca y angosta canoa patera, de unos cincuenta centímetros de ancho por unos dos metros de longitud; era temario de este pasatiempo, puesto que se adentraba en lo más profundo de la laguna en busca de estas aves; aves que en el hogar se s preparaban en forma variada, pero siempre suculenta, o bien para exhibirla en la venta que se hacia los días de plaza en el pueblo.

Una de esas apacibles tardes otoñales, cuando el crepúsculo hacia su aparición, Dionisio iba en su canoa absorto en sus recónditos pensamientos. Su pequeña embarcación se deslizaba perezosamente por las aguas tranquilas de la laguna, la dejaba bogar a su capricho, empujado por la brisa, sorteando algunas plantas acuáticas que le salían al paso.
Sin darse cuenta de donde se hallaba, su pintoresca canoa se detuvo, como por encanto, frente a un frondoso carrizal circundado de diversas plantas acuáticas que formaban un entretejido y hermoso islote flotante. El joven se quedó pasmado, maravillado ante la belleza sugestiva de este paraje, como si lo admirase por primera vez, no obstante que en su continuo trajinar de cazador había bogado ya varias veces por esos contornos en busca de su presa; no sabía por qué se sentía tan atraído a este singular islote, en que se hallaba cierta fascinación al admirar su espléndida belleza.

Abstraído, sus pensamientos vagaban en torno a este misterioso lugar. Sin duda pensaba en los carrizos, los helechos, los lirios acuáticos, el abundante chilacaxtle y demás plantas marinas del lugar, que ostentaban en su verde y brillante colorido gotas de roció, como si acabaran de bañarse, limpias, frescas y fragantes, parecían conformar un lecho acogedor, un lugar ideal para recostarse a descansar y sumirse en un dulce reparador sueño, admirando las estrellas que ya hacían su aparición en el firmamento.

De repente, sus entrenados oídos escucharon un fuerte golpeteo dentro de la maleza del islote. Como buen cazador, dedujo  que ese chapoteadero era, sin duda, el de un pez, pero no de cualquiera de las carpas que abundaban en la laguna, si no de otro, que debía ser enorme dado al fuerte ruido que producía. Como por acto de magia, cesaron los ruidos sorpresivamente, como el extraño pez se hubiera dado cuenta de su presencia y se hubiese escondido. Se quedó unos minutos pensativos hurgando en sus interioridades. Su mirada escrutadora vago por el contorno tratando de columbrar el gran pez que merodeaba por ese lugar. Sentía dentro de su espíritu un vago temor y una inexplicable zozobra empezaba a invadir su espíritu, como si algo misterioso rondara por ese lugar.

Algo extraño lo retenía en el pasaje, un escalofrió empezó a recorrer todo su cuerpo, no obstante que estaba acostumbrado a hurgar por andurriales desconocidos y solitarios en busca de la codiciada presa, pero esto era algo nuevo para el, los velos del misterio lo envolvían, lo ataban a ese lugar, como si estuviera hechizado por la belleza y majestad de ese pequeño islote.

De repente su cuerpo se cimbró su cuerpo se quedó estupefacto y boquiabierto. No sabía ni cómo ni de donde había surgido, en medio de la maleza, la cabeza y el rostro de una bellísima mujer de tez blanca, de largo cabello castaño claro que le cubría el dorso y que, a la luz del ocaso, reverberaba con los tenues rayos de luz del atardecer.
Creía estar soñando despierto, nervioso e incrédulo, con ambas manos se restregó rápidamente los ojos para ver si desaparecía la hermosa visión, esa vana quimera, quizá producto de su fantasía, pero no, no era ningún ensueño, mucho menos una pesadilla, era una bella realidad el hermoso rostro de esa mujer desconocida, de ese sugestivo rostro que sobresalía en medio del carrizal.

La suave brisa del misterio lo cobijaba con todo su encanto. Oleadas de incertidumbre envolvían su mente, mientras la bella mujer ejercía una extraña fascinación en todo su ser; las sienes estaban a punto de estallarle, instintivamente tomó su remo, para alejarse del lugar y un sinfín de pensamientos cruzaron por su mente anublada por la deslumbrada aparición. 

El joven se acercó lo más que pudo hasta el paraje para ayudar a tan agraciada moza. De pronto se entreabrieron los carnosos y rojos labios de la muchacha para externar un suave quejido. Dionisio aguzó el oído, pero el sonido era tan leve que parecía un delicado susurro que se confundía con el ruido de la brisa que esparcía en la maleza. Rápido llego hasta ella. Entonces, su mirada llena de asombro admiro con exquisito arrobo sus grandes y hermosos ojos claros que lo miraban como suave caricia que penetraba hasta su alma. 

El joven quedo mudo, fascinado, ensimismado en esos ojos de mirada tibia y seductora, no podía retraerse el brillo radiante que despedían sus pupilas claras y serenas, escondidas bajo las aterciopeladas pestañas, que lo miraban con ternura y cariño. La enigmática y bien dibujada boca de la doncella se entreabrió en una cautivante sonrisa, al tiempo que su voz aterciopelada, como música de agua que mana de un manantial, le dijo casi como en un suspiro: -Oye muchacho por favor sácame de aquí   la mirada y la sonrisa de esta cautivadora visión formaba una comunión tan gozosa y atrayente que dejaron confundido a Dionisio. Como si su palaba lo hubiese despertado de un maravilloso sueño, con rapidez se abrió paso entre la maleza acuática ayudado por el remo y sus vigorosos brazos hasta donde se hallaba cautiva la doncella.

Ella con una gracia candorosa, le alargo una blanca y sonrosada mano, en cuya exquisita palma brillaban, a la luz del crepúsculo, varios anillos, al parecer de oro de afiligranada hechura, y con esa fascinante voz le dijo: -Mira, escoge el anillo que más te guste, pero por favor sácame de este lugar. La sonrisa cautivadora con que la joven envolvió estas palabras dejó atónito y confundido a Dionisio, quien rechazo con un movimiento de cabeza tan preciado obsequio. Como pudo, levanto con delicadeza sus bien torneados brazos, pero de volvió a escuchar los chasquidos que hacen los grandes peces con la cola en el fondo del islote. Creyó que un extraño animal acuático acechaban a su preciosa presa, cuando de repente sus ojos desorbitados por el terror miraron incrédulos, estupefactos, llenos de azoro, que la parte posterior de la bella muchacha, que estaba sumergida en el agua, era… la cola de un gran  pez lleno de tupidas escamas.

Se bamboleo dentro de la pequeña canoa mientras lanzaba un horrendo grito de terror que rasgo el silencio del crepúsculo y cayo inerte, como herido por un rayo, al tiempo que sus brazos sin fuerza soltaban el codiciado hallazgo.

Quedo inánime dentro de su embarcación, como fulminado por una embarcación, con una palidez extrema que bañaba todo su cuerpo, con los ojos desorbitados por el terror. Su pequeña canoa, desprendida como por encanto de la maleza del islote, bogaba sin rumbo fijo, empujada por la brisa nocturna. algunos se acercaron con curiosidad y descubrieron sorprendidos el cuerpo del joven al que creyeron desmayado. Como en aquellos años la gente del terruño no era muy numerosa, se conocían bien, y de inmediato sabían lo condujeron a la casa paterna, que colindaba en la laguna.

La sorpresiva noticia del hallazgo del muchacho en esas condiciones de angustia a sus familiares, sobre todo conociendo que, pese a su juventud, era un cazador de aves muy experimentado. pasaron las horas en una continua y progresiva ansiedad. El temor y la congoja estrujaban el corazón de la familia porque conjeturaban, para si mismos, que el muchacho no estaba desmayado, aunque tampoco muerto porque todavía respiraba. De inmediato los padres enviaron por un medico. El cuerpo del joven no presentaba huellas de haber recibido algún golpe, tampoco de que se hubiese caído al agua, pero lo que mas les preocupaba era la expresión del profundo terror esculpida en el demudado rostro del muchacho. 

La llegada del galeno los llenó de expectación. Pasaron varios minutos, hasta que al fin el medico, cuyo semblante fruncido, con profundas arrugas en la frente, reflejaba la profunda extrañeza y grave preocupación que le había causado ese reconocimiento. Pregunto dubitativo a sus padres del muchacho:
-¿Donde encontraron a su hijo?
-En la laguna -contestó don Sabino-, por el barrio de San Andes, en su canoa que andaba  a la deriva, pues nuestro hijo se hallaba sin sentido.
-Hace ya como unas dos horas que unos vecinos lo jallaron y lo trujeron -tercio doña Enedina.
-Hum -contesto incrédulo el médico, moviendo la cabeza  a los lados-. El muchacho no esta desmayado. El joven cayó en estado de coma. Es sumamente extraño, algo espantoso debe de haberle ocurrido algo para caer así, de repente, en este estado. Algo vio algo lo atemorizo, pero debió ser una cosa muy horrible, por que según me dicen ustedes. gozaba de una excelente salud.
-Dotorcito, ¿usté cree que se reponga pronto mi muchacho? -pregunto doña Enedina con humildad.
-Pues... no se -contesto dubitativo el medico-, hay veces que ya no se recuperan, otras sí, quizá por su juventud, se puede recuperar. No sabría decirles en cuanto tiempo, puede ser en un mes, un año, tal vez  mucho mas tiempo. En estos casos la misericordia divina nos puede ayudar.   Así transcurrieron cuatro largos meses que les parecieron siglos. Los padres y demás familiares se turnaban para velar al enfermo, pero era la madre la que solicita cubría casi todas las noches el turno de vigilancia al lado de la cama de su retoño.

Un fin de semana, pasados unos cinco meses de aquella tarde aciaga  en quedo postrado el muchacho, doña Enedina, muy conturbada por la pena, estaba sola con Dios dentro de si implorando su infinita misericordia, repasando las cuentas lustrosas de su rosario, cuando de repente se sobresalto presa de una súbita emoción, pues creyó ver un ligerísimo movimiento en el cuerpo de su hijo. 

18 comentarios:

  1. Excelente aportación, muy buena información

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  2. parte de estas mitos son realidades ya que aun se llevan acabo cada cosa y se siguen las tradiciones de generación en generación, es bonito llevar costumbres para que no se pierdan las adiciones y anécdotas que se llevan la gente cuando uno vive en esta región. quien tenga la oportunidad de venir aquí te darás cuanta de la tranquilidad que existe y la unión de las familias.

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  3. wow muy interesante. las leyendas siempre serán parte de la cultura popular

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  4. muy buen blog es algo que necesitamos en esta actualidad no perder la lectura ya que en mexico y muchos países los niños solo quieren los video juegos y olvidan cosas tan divinas y míticas como este tipo de leyendas ami en lo personal me gusta mucho los mitos y leyendas sobre la cultura griega, mexicanas, y las nórdicas por mencionar algo, y que también promuevan el turismo de este lugar tansolo el recorrido de la yorona es algo que se da en este lugar muy bueno me gusto mucho y sigan asi

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  5. Interesantes leyendas, ¿será posible que me proporcionen los datos del libro del cual fueron tomadas? Me interesa leerlo completo y comprender mejor, adentrarme a las leyendas de este lugar, partiendo desde mi punto de vista, saludos.

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  6. Excelente aportación, muy interesante!

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  7. Es muy buena esta leyenda...muchos mitos y leyendas son ciertas y muy interesantes la cuestión aquí es que se hal perdido esas tradiciones y a la nuevas generaciones no se les está inculcando sobre leer estas maravilla...me parece una idea muy buena que mediante este tipo de blogs se comparta está cultura.

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  8. muy buen aporte..!!! Interesante la forma de explicacion...!!!! Extenso y entretenido FELICIDADES...!!!!!

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  9. Información muy completa y detallada, reante este blog reconforta la cultura mexicana, el equipo tuvo una gran idea con esta informacion q ha aportado a la red.

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  10. Me gusta la publicación, estos tipos de temas me gustan mucho se me hacen muy interesantes

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  11. Datos muy interesantes muy bueno este blog para no olvidar nuestras tradiciones ancestrales.

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  12. INTERESANTE., LAS LEYENDAS SON PARTE DE CADA CULTURA POPULAR DE CADA UNO DE LOS ESTADOS.

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  13. Interesante. Una pregunta: ¿cómo saben que era una sirena quien provocó la muerte de Dionisio, si iba solo y murió antes de contar lo que había pasado?... Es solo una pregunta.
    Bien, chicos.
    Saludos

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    1. Claro que si, si mañana se da una vuelta por el blog sabrá la continuación de la leyenda, subiremos otro fragmento de la leyenda todo contal de recibir visitas y sus twitts, gracias por visitarnos

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  14. Hola está muy padre que hagan esto me gusta su intención de dejarnos bien entrados y de ponernos a imaginar que es lo que seguirá please. Pongan muchas imágenes para que esto tomé más color y vida.
    Que bueno que todavía hay paginas que hablan de nuestro bellísimo México y que no están entrados en los rollos de otros países

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  15. Me gusto la información se ve que la fuente es confiable

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